«El color del dinero» es un gran film y una ejemplar continuación de todo un clásico, sin embargo siempre ha cargado con el lastre de ser la continuación de uno de los grandes clásicos de Hollywood, «El Buscavidas», y también por el hecho de ser uno de los films más convencionales de Martin Scorsese. A pesar de todo, y de lo que la crítica sesuda pueda opinar del film, «El color del dinero» en mi opinión es una verdadera obra maestra con personalidad y llena de magia, una magia que desprendía el gran cine de antaño y que conforma a ésta como una de esas pelis que me marcaron desde siempre.
Paul Newman retoma más de veinte años después al personaje de Eddie «Relámpago» Felson con una interpretación igual de maravillosa (aunque aplicando nuevos matices que se ganan con la experiencia) pero dando un resultado diferente ya que con «El color del dinero» Newman pudo llevarse el Oscar que mereció en su día por «El Buscavidas». En esta ocasión Newman se codeará con un, en principio, ingenuo Tom Cruise acompañado siempre de su manipuladora novia (interpretada por Mary Elizabeth Mastrantonio, quien fuera la hermana de Toni Montana en «Scarface»), al que tratará de inculcar su sabiduría de buscavidas y que terminará por convertirse en su nuevo rival.
Scorsese dice que realizó la película en un período de bajón creativo y con el fin de costearse la producción de «La última tentación de Cristo». Si mediados de los ochenta fue realmente un período de bajón creativo para Marty, más le valdría estar de bajona más a menudo ya que no olvidemos que un año antes de «El color del dinero» había realizado nada menos que la también estupenda «After Hours» (aquí traducida como «¡Jo, qué noche!»). Cierto es que se nota que los productores ejercieron cierta presión sobre Scorsese pero no por ello el film pierde en cuanto a calidad, simplemente le hace adquirir cierto carácter comercial que por otra parte me parece el adecuado con el tono y las estrellas que protagonizan la película. En su realización nos encontramos con tics del cine de la época (los 80’s) como algún que otro encadenado o el empleo de canciones de moda en su banda sonora. Otros detalle que podría llamar la atención es el hecho de que la película se abra con una voz en off (la del propio Scorsese) que nos explica en qué consiste el juego de billar bola 9, típico detalle (el de dar explicaciones al público) que a los intelectuales del séptimo arte no suele hacerles gracia, y, aparte, a lo largo del metraje nos encontramos con movimientos de cámara mediante grúa, grandes angulares y demás recursos grandilocuentes propios de las superproducciones que tal vez no fuesen propios de un cineasta por entonces considerado tan rebelde como Scorsese, pero la verdad es que el tío sabe trabajar con estos recursos como nadie llevando a cabo un rodaje magnífico de la película. Pero lo que más llama la atención (en cuanto a la forma de estar rodada) de la película es la solemne manera en que Scorsese rueda las partidas de billar (aspecto que consigue estar a la altura de lo que hizo con los combates de boxeo en «Toro Salvaje») aderezadas por el inigualable montaje de su inseparable Thelma Schoonmaker (parte de la genialidad de las mejores películas de Scorsese reside en la labor de esta persona).
El guión, pulido de principio a fin, es obra de Richard Price a partir de la novela de Walter Tevis (quien también escribió la novela en la que se inspiró la primera «El Buscavidas»). El guión sigue conservando ese aura de derrota que contenía la historia de «El Buscavidas» aunque en la peli se le da un enfoque algo más optimista y desenfadado (sin que esto quiera decir que la historia sea una fiesta) aparte del inevitable toque crepuscular que aplica el personaje de Newman. La fotografía a cargo de Michael Ballhaus también es espléndida y capta perfectamente el ambiente de los suburbiales locales de billar estadounidenses. Por otra parte, la banda sonora del film, tanto la compuesta por Robbie Robertson para la película como las canciones adicionales en las que nos encontramos temas míticos como el «One more night» de Phil Collins o «Werewolves of London» de Warren Zevon, nos remite a la esencia de la década en la que se gestó el film: los 80’s.
Pero por lo que siempre será recordada «El color del dinero» sin duda es por una de las interpretaciones más grandes de la historia del cine: la de Paul Newman como Eddie Felson, volviendo a bordar un personaje que dos décadas atrás en el tiempo ya bordó y al que en «El color del dinero» aparte de reinterpretar le aplica el carácter experimentado que ha ido adquiriendo con el paso del tiempo. Y ante un Newman aún más atractivo, talentoso y elegante que ningún hombre sobre la faz de la tierra, nos topamos con el que se suponía su relevo en la historia y que evidentemente sale perdiendo: Tom Cruise. Aunque el papel de Tom Cruise le viene como anillo al dedo y no lo hace mal sus continuas sobreactuaciones no dan una réplica a la altura ante la interpretación de Newman (tal vez Mickey Rourke hubiese sido de los pocos capaces de medirse ante Newman por entonces) pero, como digo, su papel de niñato tocacojones y bobalicón no lo compone mal y nos deja con un puñado de momentos míticos como cuando se luce jugando al billar frente a un grupo de negros mientras suena «Werewolves of London» y a la vez baila la canción (cien por cien Cruise!). Elizabeth Mastrantonio está correcta como mujer calculadora, creída y que se piensa que está de vuelta de todo, la cual aprovecha para coquetear continuamente con Newman mientras Cruise no está delante, además por lo menos enseña chicha, aunque no mucha pero por lo menos es algo. Entre los secundarios nos encontramos con un plantel que realiza una labor más que encomiable gracias tanto a actores que comenzaban a darse a conocer como Joh Turturro y Forrest Whitaker como a otros con más grado de veteranía como Bill Cobbs y Helen Shaver. Como curiosidad decir que Iggy Pop y Elizabeth Bracco realizan dos pequeños papeles y que en la peli también realizan cameos grandes figuras del mundo del billar como Keith McCready y Jimmy Mataya.
Sin duda una de las pelis que más me marcaron en mi infancia. En su momento también vi «El Buscavidas» y he de decir que aunque es una indudable obra maestra nunca podré sentir por esa película un cariño tan especial como el que siento por su continuación.
Más imágenes:
Imágenes de la película
Imagen promocional con los tres protagonistas
Portada de la revista «LIFE» de noviembre de 1986